domingo, 3 de marzo de 2013

El Exilio



De mi vida campal

Mi vida, ¿en dónde está la risa?, mi diosa, ¿en dónde quedaron esas palabras tan hermosas? jugué y perdí, he vivido y muerto tantas veces que ya no lo recuerdo, me timan y no lo veo, me hice incauto, acostumbrado a la paz por tanto tiempo, las calamidades surgen y yo no lo comprendo, ni siquiera muevo un dedo, se derrumban las almenas de nuestro castillo sobre mis costillas, allá en la distancia, a donde fuiste dándome la espalda no llegan mis palabras, nunca más llegaran, silenciaron la voz de los demás, la mía también tendrá que callar; al final para todos llegara el final, ¿en dónde estás? ¿Por qué no me buscas? Me he perdido siguiéndole el rastro a tu destino, en mi único acto noble he mentido, y no te imaginas lo que he dicho; sufrí por tu traición, cuando la vida quiso cobrártelo, has vuelto, como un conejo asustado y con cuentos calculados libere tu carne de la culpa; uno y uno ya son dos, ¿en dónde quedo yo?
Despierto en las mañanas, aun adormecido por el profundo letargo somnolienta de la madrugada, algo de resaca y las gélidas montañas en opaca claridad, con los ojos secos y el ahogo matinal del roñoso cuarto, el transcurso de los minutos, mis pulmones sofocados me arrancan de los sueños y  me recuerda que me ahogo, en la otra almohada duerme un gato y su par de pulgas, una tos estrepitosa me hace recordar que yo no soy Adán,  el camino de ese mundo ideal a la realidad lo recuerda, mi amada ama alguien más, mis descendientes duermen entre tuberías oxidadas, nada sigue igual, mi mayor dignidad es la visita de mis comensales, los pájaros en la ventana, los conejos, que hace un par de meses eran uno, ahora son cientos, perros y gatos salen de entre la maleza por un poco de arroz y carne seca, me recuerdan un poco quien soy yo, con el cuero pegado a los huesos y el miserable frio de la alta montaña.
 Sobrevivir es sencillo, una hogaza de pan mohoso, algo de agua, si ustedes sufren el calentamiento, vaya que aquí hay agua; tomo dos cubos de madera y bajo el mismo camino delgado y empedrado junto a la ladera, observo el acantilado, la caída es larga, ¿en dónde está mi diosa? solo espero el accidente, la piedra que se afloja, la humedad que te resbala, pero nunca pasa, cruzo el puente ¿y qué crees? Exprimo las piedras, definitivamente si dan agua, aquí de todas partes brota agua, de todas, siempre y cuando estén lejos de este par de tablas que suelo llamar casa.
A mamá todavía la recuerdo, cada vez que intento robarle zanahorias al vecino que vive en el otro continente, ¿Cómo se quejan los que tienen nomenclatura por cuadras?, pero ahí no acaba la cuenta, mazorcas tiernas, alverjas, papas, moras frescas, lechugas y cuanto crea es comestible, solo mientras mi penosa huerta crece, pero claro, tenía que plantar tabaco, cuando llegue aquí por alguna extraña razón creí que sobreviviría comiendo hojas de tabaco, eso sin contar con que soñaba verlo crecer en tierra fría, hasta que te embarras los pies y e levantas antes que los gallos para robarle la leche directamente a las vacas, no tienes ni idea de cómo se podría vivir aquí.
Ahora que vivo en la más compleja civilización, siento que desde los insectos más pequeños hasta las bestias más raras, todos hablan; mis vecinos son generosos, todos creen que vivo de tomar cerveza, una bolsa de arroz, algunas lentejas, ¿por qué no se les ocurre? Mi hígado se aburre, no importa quien pague la cuenta; prefiero robar huevos (adentro de las gallinas) antes que volver a las mugrosas calles a mendigar trabajo para comer menos, para sufrir más, para que otra(s) me amen sin amar, me quiera(n) sin querer, al final se largaran, la verdad ya me da igual (si lo digo las veces suficientes me lo creo), el señor policía que vive como homicida (deberían llamarlo algo así como policida, después de todo es la ciudad quien paga) me dirá “en el árbol no has de orinar” pero todos ustedes beber agua del rio, intenta tan solo imaginar.
El campo es peligroso y esta cundido de guerrillas, que si pasan por tu casa te preguntan como estas, cuidan tus cultivos, evitan que te maten los vecino, definitivamente es peligroso, incluso te saludan si te ven pasar; todos están dementes, pasan su día hablando de arados y martillos que se convertirán en armas, en espadas, en justicia, hablan de campesinos y proletarios, incluso hace poco alguno salió con un cuento ilógico sobre la igualdad, decía que todos merecían educación, techo y comida, que todos trabajarían para todos, incluso creía que la realidad social algún día iba a cambiar, no sé en qué mundo puede aplicar esa ficticia realidad, sí mi espalda, o no, nuestras espaldas arden en la noche por el sol de la anterior jornada, duelen de tanto trabajar, pesan como si todavía hicieras líneas en la tierra, como si llevaras agua para cocinar. Y todo esto pasa mientras tu estas frente a un computador, descansando y cansada de jugar a hacer ruido y bailar, cansada de descansar; si miras por la ventana, día y noche nos ves pasar, nos ves intentar sobrevivir, huyéndole a los bancos, ellos creen que tenemos un salario; con dolor imprimo mis huellas bajo el sol abrazador que olvido la mañana en que el cielo deseaba nevar, entre matorrales día a día hago mi camino al andar, a veces te veo en tu mercedes negro, levantas el mugre de tu alma al pasar.
¿Te duelen los pies? ¿Él te trata bien? Yo tengo un conejo café, dorado y casi amarillo, amarillo quemado, diferente a todos los demás, es un gasto innecesario, sus ojos grandes y oscuros, son profundos como la inmensidad, como a sus padres, hijos y hermanos, es un gasto innecesario, ¿quién se podría comer una criatura tan hermosa? Me hace pensar en tu contraparte, la chica café, dorada y casi amarilla, amarilla quemada, la que inhala mugre de ciudad y exhala poesía festival, ¿Por qué elegí mal? Ya recuerdo, tú eras más hermosa, exactamente por eso me lance a la perdición y perdí a la que la inmensidad había escogido para mí.

Espero disfrutes este breve telegrama, el otro milenio o cuando vuelva a lamentar ser tan generoso escribiré más.
-Andreiev- (y futuramente Pablo Rodríguez si algún día publico el libro)
Tomado de “del libro sin nombre” capitulo XVII “El exilio”

lunes, 14 de noviembre de 2011

borrasca y vinotinto

de mis sueños de amores perdidos
legue al vicio mi confesión
de noches calientes, de cuerpos vacíos
que llego con el alba a tu cama

las cienes calientes
la amargura de amores
rezo por ti, mas por dentro te maldigo
y a lagrima viva renuncio a la vida

que te vas y no avisas 
que no llevaste mi caricia
y pretendes que perdone la ausencia
cuando te escondes bajo tierra

De mis tardes gallegas en Plaza España...

esa solemne mirada opaca de maquillaje y sufrimiento, jamas quise verla, jamas quise oírla, pero se lanzo hacia mi como lobo hambriento, no era estúpida, ambos sabíamos que no soy de raza petrolera, su oficio no me convenía, ni a ella mis tres monedas robadas al estanque, ninguno ganaría nada pero así son las mujeres desesperadas...
Tras servir la ultima copa, en tono alegrón dejo escapar una risa casi burlona, casi coqueta, casi sin sentido, la copa estaba tan llena que cualquier inexperto había confundido su contenido con gelatina sin sabor, y tras un breve silencio, ya sin tonos cordiales y una mirada mas fría que diez mil inviernos, me dijo..- bueno creo que sos de los que prefiere el verano o el calor antes que el frío... - ¿perdón? - era tarde ya ardían mis ojos por ese maldito crepúsculo marchito, ella se marchaba como llego y sin saber como alimentar sus pobres críos...